En la antigüedad, y sobre todo
en Egipto, la sumisión primordial (la disciplina rigurosa en cuanto a la transmisión
del conocimiento), se aplicaba a todas las ramas de las ciencias y de las artes
industriales. Ceramistas, esmaltadores, orfebres, fundadores y vidrieros
trabajaban en el interior de los templos. El personal obrero de los talleres y
de los laboratorios formaba parte de la casta sacerdotal.
Desde la época Medieval hasta el siglo XIX, la
historia nos ofrece numerosos ejemplos de organizaciones similares en la caballería (los Templarios),
las órdenes monásticas, la Masonería, las corporaciones, las cofradías, etc.
Esas múltiples asociaciones que guardaban celosamente
los secretos de la ciencia y de los oficios, poseían siempre un carácter místico
y simbólico (metafísico), conservaban usos tradicionales y practicaban una moral religiosa.
Se sabe cuánta era la consideración de la cual gozaban los vidrieros cerca de
monarcas y príncipes y hasta qué punto llevaban esos artistas sus precauciones
para evitar la difusión de los secretos específicos de la noble industria del
vidrio.
(Eugéne Canseliet, prefacio a “Las Moradas Filosofales”
de Fulcanelli).
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